Tardó en contestar más de medio minuto. Ladeó la cabeza lentamente, dirigiendo su mirada atónita hacia mí. Eso sí que no había cambiado, su mirada. Vacía, melancólica y con un toque de ironía, una mirada penetrante que parece traspasarte, como si no estuvieras ahí. A veces daba la sensación de que miraba como si estuviera ciega, con esa seguridad impasible, ese tono indescifrable, enigmático, que tanto la caracterizaba. Me miró casi como si fuera un problema de física cuántica imposible de resolver. Supe entonces que la había dejado “cao”, creo que se sintió igual que yo, como si estuviera frente a un espectro del pasado, como cuando miras a alguien cara a cara, a través de un cristal, desafiante y sincero, convencido de que no te ve, pero lo hace y reacciona de igual modo. Después de ese lapso de tiempo, pestañeó lentamente, dejando entrever algo a medio camino entre una sonrisa furtiva a destiempo y una súplica de consuelo silenciosa.
- Hacía mucho que no te veía, estás muy cambiado ¿Qué haces por aquí? - Se recogió un mechón rebelde que escapaba de su coletero en lo alto de su cabeza, pecando de ser demasiado corto, que guardó con parsimonia tras su oreja izquierda, devolviendo la mirada a los niños.
- Lo mismo que tú supongo, intentar volver al mundo de los vivos… - Un silencio acompañado de una calada furtiva por mi parte, una mirada inquisitiva por la suya.
- ¿Cómo…? -Le tembló la voz, no la dejé continuar.
- He ido a visitarle, he visto las flores… - di otra calada rápida y escupí el humo hacia el lado opuesto, ocultando la expresión de derrota que sabía era incapaz de disimular- Nadie deja un ramo entero de rosas rojas perfectas, suelen ser claveles, o margaritas, casi siempre mustias cuando las veo…
- Entiendo… - Devolvió su mirada al frente, yo le clavé la mía.
- Hace unas semanas te vi salir del cementerio… Supuse que eras tú.
- La verdad es que me sorprende que estés aquí. Creía que sentirías repulsión hacia mi o algo. Sé que me culpas de todo, lo entiendo. ¿Qué haces aquí? – Su voz se quebraba ligeramente, me miró con una expresión más triste de lo normal, me faltó el aire.
- Odiar no sirve de nada. Eres tan culpable como todos los que caminan ahora por las calles de Palma. Simplemente, me preguntaba cómo estarías. – Mentí.
- Estoy bien. Estoy como siempre. Es sólo que hace más de un mes que volví a la ciudad, no he sabido nada de ti, por lo que supuse que tú no querrías saber nada de mí. Me sorprende verte. ¿Desde cuándo fumas?
- Desde hace tres años, más o menos… - Contesté sin pensar, pero enseguida advertí que la respuesta no le había sentado bien- . Sabía que habías vuelto, es sólo que estoy muy liado con el curro.
- Entiendo… - Asintió sin más, la veía sin ganas de seguir con la conversación y empecé a dudar de si había sido buena idea ir a buscarla sin tener claro qué decirle, sin tener ella nada que oír de mi.
- Hacía mucho que no te veía, estás muy cambiado ¿Qué haces por aquí? - Se recogió un mechón rebelde que escapaba de su coletero en lo alto de su cabeza, pecando de ser demasiado corto, que guardó con parsimonia tras su oreja izquierda, devolviendo la mirada a los niños.
- Lo mismo que tú supongo, intentar volver al mundo de los vivos… - Un silencio acompañado de una calada furtiva por mi parte, una mirada inquisitiva por la suya.
- ¿Cómo…? -Le tembló la voz, no la dejé continuar.
- He ido a visitarle, he visto las flores… - di otra calada rápida y escupí el humo hacia el lado opuesto, ocultando la expresión de derrota que sabía era incapaz de disimular- Nadie deja un ramo entero de rosas rojas perfectas, suelen ser claveles, o margaritas, casi siempre mustias cuando las veo…
- Entiendo… - Devolvió su mirada al frente, yo le clavé la mía.
- Hace unas semanas te vi salir del cementerio… Supuse que eras tú.
- La verdad es que me sorprende que estés aquí. Creía que sentirías repulsión hacia mi o algo. Sé que me culpas de todo, lo entiendo. ¿Qué haces aquí? – Su voz se quebraba ligeramente, me miró con una expresión más triste de lo normal, me faltó el aire.
- Odiar no sirve de nada. Eres tan culpable como todos los que caminan ahora por las calles de Palma. Simplemente, me preguntaba cómo estarías. – Mentí.
- Estoy bien. Estoy como siempre. Es sólo que hace más de un mes que volví a la ciudad, no he sabido nada de ti, por lo que supuse que tú no querrías saber nada de mí. Me sorprende verte. ¿Desde cuándo fumas?
- Desde hace tres años, más o menos… - Contesté sin pensar, pero enseguida advertí que la respuesta no le había sentado bien- . Sabía que habías vuelto, es sólo que estoy muy liado con el curro.
- Entiendo… - Asintió sin más, la veía sin ganas de seguir con la conversación y empecé a dudar de si había sido buena idea ir a buscarla sin tener claro qué decirle, sin tener ella nada que oír de mi.
Parte de Memorias del Olvido,
por Tammy Suárez.
||_†τåммч†_||
por Tammy Suárez.
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